Arboles deshechos, sus ramas cortadas y desparramadas, sus hojas despavoridas por el viento y asentándose poco a poco sobre la tierra, después de haber sufrido un estremecimiento destructor; planeando suavemente hasta llegar al suelo, y allí quizás, echar raicillas que se prendan para volver a empezar. Troncos sorprendidos en el aire, en pleno movimiento de caída; troncos cortados casi a flor de tierra, pero emergiendo ya, junto con la savia que brota como lágrimas, el nuevo retoño, el brote esperanzador que viene a tomar su lugar. Ramas que se curvan buscando el sol y la humedad, buscando donde asirse en simbiosis para no morir.
Y así es más o menos todo lo que hago desde hace años y creo que seguiré haciendo. Tómenlo como una metáfora, algo que quiero decirles más allá de los trazos y las formas. Siempre hay una posible salvación.
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